Por: Marcela Tabares
Hablando de la ley de garantías que ha cobrado notoriedad estos días, me preguntaba ¿qué debería significar la palabra “garantía” para nosotros?
Según su significado legal, esta ley impone ciertas restricciones entre las cuales se encuentra el hecho de la limitación para que autoridades nacionales, departamentales y locales, durante los meses cercanos a las elecciones de congresistas, vicepresidente y presidente; no tengan posibilidad de realizar ninguna contratación estatal. Esto debido a la igualdad entre candidatos que se pretende ofrecer a todos los participantes que se presenten a las contiendas electorales.
Paradójicamente vemos que a pesar de que esta ley fue creada para “garantizar” transparencia en algunos procesos de contratación, hoy vemos que en efecto ese objetivo no siempre se cumple.
¿Por qué debe existir una ley que obligue a ciertos líderes a obrar con transparencia y honestidad? ¿Por qué debe haber una norma que presione a los servidores públicos a que no usen algunos “favorsitos” en beneficio propio o para que esas ostentosas “bonificaciones” no sigan apareciendo en las cuentas sin ninguna explicación?
Pues parece ser que estos inventos judiciales suelen utilizarse como cortinas de humo para disfrazar las verdaderas intenciones de las personas que promueven estas leyes, ya que paradójicamente terminamos enterándonos de todas esas compras de más que se hicieron, o aquellos arreglos silenciosos que ensucian a más de uno de los que prometieron integridad.
Esta controvertida ley debería incluir dentro de sus garantías no solo un control en cuanto a elecciones; que de por sí ya deberían ser totalmente claras en favor de la democracia. También debería respaldarnos para que esos intereses políticos no sean la base en la ejecución de las actividades que se generen a partir de los bienes públicos.
Esperemos, cómo cada cuatro años, que la cara de esta moneda por fin caiga de nuestro lado y que podamos disfrutar de las riquezas que nos pertenecen. Esperemos, con la fe que caracteriza a este pueblo resiliente, que el mal manejo de las leyes y la mala interpretación de nuestras raíces culturales, ayuden a comprender por qué que la igualdad en esta sociedad está malentendida.
Confiemos, en que, por una vez, los hospitales, colegios y los dineros destinados a la salud de muchos; sean invertidos en la construcción de un país más lleno de oportunidades. Confiemos, en que, a partir de hoy, las propuestas y trabajos que se generen desde los entes estatales sean para favorecer verdaderamente a una mayoría y que no se continúe desangrando a una nación que no recuerda mayor cosa de su historia que su propio dolor.
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