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Foto del escritorMichael Barajas Pérez

Allí donde se acaba el cemento y empieza el morichal

Por: Andrés Torres


En meses que llevo viviendo en Villavicencio he visto cosas que hacen pensar, si la idea de progreso ha llegado del todo a este lugar tan hermoso. La falta de interés de sus habitantes sobre la cultural, la ciencia y temas de actualidad que ocurren en el resto del mundo o que se jacten de decir que dominan temas que vagamente han escuchado, su poca despreocupación por la puntualidad, el individualismo rampante, o la calma con la que realizan tareas cotidianas. Son a simple vista un síntoma del rezago de la zona desde la óptica de la dinámica capitalista. Sin embargo, estas falencias no pueden considerarse como rasgos de un pueblo atrasado. Ya que no se estaría contemplando el espíritu solidario, la alegría y la sencillez del villavicense como atributos de una población particular que no puede medirse desde la ética del capitalismo industrial.

Antes de afirmar cualquier cosa sobra el portal del llano, se debe conocer que esta tierra desde la época de la colonia fue habitada por Jesuitas. A partir de 1840 la familia Aguirre y Santos son los primeros colonos criollos que se asientan a orillas del rio Gramalote. Vale destacar que estos venían de Cundinamarca. Además, en 1850 la población de Gramalote pasa a llamarse Villavicencio en honor al prócer del mismo apellido. Cabe añadir que entrando al siglo XX las misiones de Montfortonianos trajeron de manera acelerada instituciones de la modernidad a Villavo , como el Banco San José, El Colegio Femenino Nuestra Señora de la Sabiduría, El Teatro Verdum, ETC.

Lo anterior dejo el camino listo para que las aguas del progreso inundaran el lugar y en efecto fue lo que sucedió durante el siglo XX y XXI. Villavicencio se conecto con Bogotá, en 1960 declarada capital del Meta y a partir de los años 70 se fundaron gran cantidad de universidades. Fue hasta la llegada del siglo XXI que salió a flote la suciedad que escondía el rio del desarrollo; ya que se hizo mas visible el accionar de las bandas criminales. Como es el caso de las guerrillas que buscaban reclutar por medio de milicianos a niños de la ciudad para participar en actividades de estas organizaciones (Fundacion Ideas Para La Paz, 2013), el paramilitarismo que se dedico a controlar a fuego de fusil los corredores estratégicos del trafico y comercialización de estupefacientes entre Villavicencio y los demás lugares del departamento; Además, la aparición de mafias que buscaron cooptar las instituciones de toma de decisiones del lugar, para que la justicia nunca descubriera los rastros de corrupción que el rio del progreso había traído a la capital del Meta .En consecuencia ahora estas eran cualidades de la cultura traqueta que se respiraba en la región.

Por otro lado, un evento dentro de la historia de Villavicencio y que roza entre el humor y el absurdo ocurre el 3 de diciembre del 2011; Cuando se hace viral en la ciudad la falsa alarma de una avalancha producto del desplome de la represa de Chingaza. Provocando estampidas de desespero. A pesar que los mismos funcionarios de la alcaldía de aquel entonces insistieron que era una falsa alarma. Es increíble que a la ciudad por poco la desocupara un rumor como ese cuento de Gabriel García Márquez llamado Algo muy grave va a suceder en este pueblo. Se volvía real la ficción y a pesar que era falso que en la represa se había roto uno de sus muros de contención. Lo real si fue que los habitantes del portal llanero ya no creían que cosas buenas pudieran suceder en su ciudad.

Seis años después de dicho suceso el Papa Francisco visito la pequeña Villavicencio principalmente para reunirse con las victimas del conflicto de país. Una visita que paralizo a Colombia y por su puesto a la capital del Meta, donde no solo se hizo presencia de las victimas, también el cuidado al medio ambiente como eje principal de la visita. No obstante, la esperanza de progreso que este invitado traía a la ciudad, solo dejo al día de hoy un carro costoso que se exhibe en el Parque las Malocas y la foto de un guayacán que ya no existe.

Es decir que la historia de Villavicencio no solo es un cuento de campesinos que crean una sociedad al borde de los ríos Guatiquía, Guayuriba, Negro y Ocoa. Sino que es la aventura de los llaneros por controlar y sobrevivir a la dinámica que trajo el progreso en un lugar que se debate entre la figura vasta del cemento de la ciudad y el sentimiento rustico que trae el olor de la madera húmeda del morichal.

La cultura del orden y el progreso son instaladas dentro de los discursos nacionales de américa latina desde fines del siglo XIX desde la mirada totalizadora del pensamiento europeo. La filosofía a la que debemos nuestro imaginario del progreso es el positivismo; donde el conocimiento es validado por la experiencia sensorial y en consecuencia esta doctrina decantaría en el empirismo. Esta manera de entender la realidad mas adelante legitimaria el estudio naturalista que se impuso después de la Revolución Industrial y así llegaremos al pensamiento cientificista donde todo lo comprobable o transformado en dato estadístico es signo de verdad absoluta.

Es innato de las sociedades industrializadas la idea del progreso. Sin ella no pueden justificar que su historia es un conjunto de superación de obstáculos a como de lugar, hacia un solo derrotero EL PROGRESO. ¿ Pero esta idea de siglos pasados y de lugares lejanos pueden hacer que los llaneros se identifiquen en ella?. Si miramos detenidamente la historia de Villavicencio es difícil observar que a pesar de asimilar las instituciones de la modernidad industrial; Ha tenido que beber de la corriente del progreso cosas como sus falsas promesas de campaña política (la anacrónica idea que hay que cambiar para seguir igual), la no explotación del hombre por el hombre, entre otras promesas de turno que todos los años se prometen. ¿Como hablar de progreso en una ciudad con déficit en la cobertura del alambrado publico y un detrimento fiscal por 48 mil millones de pesos, calles sin pavimentar, contratos que se finalizan pero no se ejecutan: como la construcción del sistema de captación alterna de María La Alta para el acueducto de Villavicencio; los problemas de movilidad, el mal manejo del PAE (Programa de Alimentación Escolar), entre otros problemas que tienen todas la ciudades de Colombia.? No es que Villavicencio este atrasada, es que hemos querido medir la ciudad desde la torpe idea de creer en el progreso como un cambio constante y efectivo. Los ríos también se secan

Si la desigualdad social y económica es notable en una sociedad, es porque no hay progreso. Para nadie es un secreto que existen personas que se han hechos mas ricas, a través de la adquisición de lotes de dudosa procedencia, de alianzas con abogados sin escrúpulos para sacar del camino a sus oponentes económicos, de traquetear y con ese dinero montar negocios de fachada. Para nadie es un secreto que los ríos grandes llevan agua sucia. Sin embargo, también hay ciudadanos que a pesar de ser profesionales o llevar toda una vida trabajando su única pertenencia es una bicicleta, su única alianza es con su colega explotado por otro jefe traquetico, su único anhelo es seguir estudiando o conseguir un mejor trabajo para poder ahorrar 200 mil pesos a fin de mes. Esta es la contradicción del progreso. Que esta figura se basa en la idea de explotar a muchos para que unos pocos puedan decir mientras beben wiskey costoso: el pobre, es pobre porque quiere.

Seria una acto irresponsable culpar del atraso, únicamente a las elites terratenientes y a la clase política de la ciudad, también la pandemia dejo que emergieran viejos fantasmas como la inflación y el desempleo. Son fantasmas en el sentido que se creen muertos estos problemas, porque a pesar de su aparente existencia la economía continua adelante ; Pero cuando se olvidan, en silencio estás precarizan la calidad de vida de los ciudadanos de a pie; No de los de camioneta blindada, ellos no conocen la escases, tampoco trabajan 8 horas. Para eso están los pobres que bracean en el rio del progreso.

Así las cosas este sinecismo donde vivimos es una expresión fallida de progreso. A pesar que desde el siglo XX a nuestro días Villavicencio ha luchado por parecerse a las grandes ciudades de Colombia, de esa carrera por viajar hacia el curso del desarrollo solo ha quedado una charca de desigualdad, de sangre y de ansiedad; donde se lavan las manos políticos, terratenientes, traquetos, grupos armados, y toda clase de sectores que ven a Villavicencio como el botín de la media Colombia.

Hay un refrán que dice que el agua siempre vuelve a su cauce. A pesar que el capitalismo y sus diferentes versiones como hoy el neoliberalismo pretendan desdibujar la identidad de los pueblos hacia una imagen homogeneizadora de la modernidad industrial. Al final esa autenticidad es la que salvara a los colombianos de su soledad. Los habitantes de este lugar deben entender que jamás serán ciudades como Bogotá o Medellín y que esta bien no ser como ellas; debemos mirarnos como una mezcla singular entre la ciudad y la llanura. Sentirse orgullosos de su condición, como un lugar lleno de poesía: aves exóticas, ocasos únicos, comida exquisita, mujeres bellas, hombres simpáticos, mística llanera, clima veraniego y otras maravillas que en mi corta estadía he sentido.

Cuando se reconozcan que son un lugar que ha sobrevivido a la avalancha del desarrollo, que a su modo han progresado; se podrán volver a encontrar donde se dividen los ríos para decidir si quieren ser llaneros o no. Allí donde se acaba el cemento y comienza el morichal.





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