Por: Michael Barajas Pérez
La década de los 20’s ha sido una cajita de sorpresas poco inocuas, en primer lugar, la invasión de Rusia a Ucrania, golpeando la estabilidad mundial al punto de augurar el preludio de un cataclismo si la susodicha sobrepasa los límites de Ucrania, que es territorio OTAN, y en segundo punto, la llegada de presidentes de izquierda al poder en Latinoamérica: haciendo las cosas tan mal que estoy seguro que en esos países la izquierda no vuelve a ganar hasta que yo termine un doctorado. No obstante, no olvidemos la pandemia que aún no hemos superado, el término pandemia está manoseado, pero: ¿es acaso el COVID-19 la única pandemia que enfrentamos? Claramente responderé esta pregunta a lo largo de esta columna, pero quiero centrarme y cimentarme en los perjuicios que trajo consigo la pandemia. Además de las vergonzosas cifras de pobreza, “Eso sí, antes de pensar en reformas estructurales, es determinante hacerle frente a la crisis económica generada por la pandemia del coronavirus, que podría elevar la pobreza monetaria a casi el 50 por ciento de la población.” (Semana, 2020). Esta cifra es indiscutiblemente aberrante, como punto de proposición, puedo incluir de que todo va en declive y en un continuo deterioro; aunque este no es de las únicas pobrezas a los cuales comparecemos, y lo quiero decir en palabras sencillas, durante esta pandemia, hemos estado casi todo el tiempo en nuestro hogar, el hogar según las cifras es el principal lugar en donde reside la violencia intrafamiliar, y por supuesto; las mujeres y los niños reciben la peor parte.
Puedo propugnar fervientemente que la violencia de género se disparó durante el confinamiento y se esparció como un reguero de pólvora, la causa es un factor crucial, y lamentablemente es la madre la violencia intrafamiliar. “tras el confinamiento, centrándose en la valoración del riesgo de letalidad, el cual se incrementa debido la percepción de pérdida de control que tiene el agresor.” (Lorente-Acosta, 2020). En efecto, conociendo la ONU la gravedad de la situación, decidió abrir una línea específicamente centrada en la violencia de género, y tratar de contenerla lo mas que puedan posible; por lo menos durante esta pandemia.
Hay otra cifra expuesta por el Observatorio Feminicidios Colombia que muestra cifras que triplican los casos registrados por el Gobierno. El boletín de feminicidios Vivas Nos Queremos - Colombia del mes de agosto 2020, informó que dicho mes tuvo el mayor registro de feminicidios en todo el año. En esencia, podemos contemplar que antes de la pandemia, según pronunciamientos internacionales, una de cada tres mujeres, habían sido violentadas de alguna forma. Se supone que tras la pandemia todo se disparó, parafraseando a Montesquieu cuando se refirió a los diversos atropellos que sufrían las mujeres de su época (que aún no han cesado) “Os compadezco”, no es nada esperanzador ver el panorama de los continuos atentados hacia la mujeres, y mucho menos esperanzador ver que aún no nos acercamos al final, en efecto podemos suponer, ¡Qué primero se acaba la pandemia del COVID-19 antes de que culmine la violencia contra la mujer! Sin duda, esta es la otra pandemia.
El hogar sigue siendo el lugar más peligroso para las mujeres y niñas; 6 de cada 10 víctimas fueron asesinadas allí, en su vivienda. Con los datos obtenidos podemos plantear una pregunta clave: ¿Es el hogar, el sitio más peligroso para las mujeres? ¿Es incluso más segura la calle que el mismo hogar? Según fuentes oficiales, por cada diez feminicidios, alrededor de siete es perpetuado por su pareja o expareja sentimental, dando como lugar el hogar, y cerca de tres son perpetuados por delincuentes. Es una completa aberración este dato tan bochornoso; en donde podemos contemplar que la calle es más segura para las mujeres que su propia casa. Hoy ya no están más de 209 mujeres y niñas. Quizá más, porque el subregistro de este delito, como el que está relacionado con todas las violencias de género, es alto. Son rostros y nombres que deben ser recordados. Sencillamente la principal causa de violencia es la falta de educación, para nadie es un secreto que Colombia es un país bastante inmaduro e indecoroso; como lo expuso Vladdo en su artículo para El Tiempo, titulado como: “Un país muy mal educado”. ¡Colombia, Colombia, todavía te queda mucho “pelo pa’ moño”!
“Nosotros vemos a la violencia contra las mujeres como una pandemia, no solamente por su magnitud, pues tres de cada diez mujeres en Colombia son víctimas, sino también vemos altísimos niveles de impunidad. No solo es una pandemia en el sentido de magnitud, sino también desde la omisión” decía: Cristina Bazán, activista feminista. El Tiempo informó que la impunidad ante estos casos de violencia es desmesurada, en esencia; es nada más que para la cifra, porque las estrategias para combatir la violencia de género se ven tardías e insignificantes, pareciera que a ellos no les importara de a mucho combatir este problema, por tanto, la estrategia para combatirlo debe empezar desde nuestras casas, con la correcta, idónea e integra educación.
"El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos" (Beauvoir, s.f). Para poder terminar, encarrilémonos en esta célebre frase de la más grande feminista del siglo XX, la filósofa francesa feminista Simone de Beauvoir, nos ilustró con su pensamiento; y nos permeó con su célebre frase, atribuyéndola también a la mujer, parte de responsabilidad, y que de ella también depende si quiere ser participe de aquel escenario de violencia. ¡Mujeres, ustedes son labradoras de su destino, llamen a la línea 155, no están solas! Por lo tanto; puedo concluir que la violencia de género es la otra pandemia, una muy bochornosa.
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