Ya preparado para dormir y descansar de sus grandes labores, el Presidente Duque, en su pijama de rayas con gorrito, se acerca al oratorio que tiene cerca de su habitación —que antes era el salón de belleza de la Primera dama— para rezar, con la conciencia tranquila, agradeciendo a Dios por su buen trabajo como presidente, encomendándole unas ciertas cosas y poder conciliar con agrado el sueño.
En el oratorio se encuentra un cristo de un metro y medio lleno de sangre —que le recuerda todas las noches la sangre de las personas que han muerto por el honor de la Patria —, una foto de la Virgen de Chiquinquirá y otra del Eterno Presidente, que no podía faltar en su altar.
Entra, enciende la luz, ve el reclinatorio que utilizó el Papa en su visita a Colombia al frente de la inmensa cruz. Se arrodilla y con voz de emoción reza:
—¡Gracias, Dios mío! ¡Gracias por todo! Por el gobierno que estoy ejerciendo con mucha valentía en medio de la pandemia. Desde que me permitiste estar en este maravilloso pero humilde puesto de la presidencia, no me has fallado: has puesto en mi camino político a personas que trato con mucho amor y agrado. ¡Gracias por Uribe! Él me ha enseñado a gobernar bien… bueno… yo gobierno por él. Es que él y yo somos como Tú y Jesús: uno solo.
Agarró en sus manos la imagen del Ilustre Doctor Álvaro Uribe Vélez y llevándosela a sus labios la besó con tal felicidad, casi con lágrimas en los ojos. Un papá que nunca lo ha dejado sólo, incluso en los momentos en donde parece que no tiene autoridad para lidiar con el pueblito colombiano. Aquel hombre con voz dulce de paisa, camisa por dentro, gafitas tiernas, poncho y bien peinado, se ha convertido en el muro de las lamentaciones y el lugar donde su Gobierno ha podido encontrar la protección.
Dejó la foto nuevamente en su sitio. Se puso un momento de pie para encenderle la velita, no al cristo, sino a su otro Cristo, como dijo Martuchis en su cuenta de twitter. Volvió nuevamente al reclinatorio y continuó su oración:
—No me va a quedar grande dominar este país porque desde pequeño he aprendido a dominar… el balón en la 21, la guitarra cuando le cantaba a mi ex, y el baile. Confío en que me vas ayudar —Ve la imagen de Uribe— y tú también.
Cerca de él está la revista SEMANA con la portada en donde anuncia claramente que el culpable del mal en Colombia es el demonio vestido de ángel de luz: Petro. Se queda observándola un rato.
—Algunos Medios de Comunicación me comprenden, piensan como yo. Gracias, Señor… Uribe. Líbrame de las cosas malas ¡ayúdame! Líbrame, Señor, del demonio Petro y sus tramposos juegos; de las falsas acusaciones de ese tonto de Cepeda contra mi gobierno, como lo hizo con Molanito en el Senado; de la desobediencia de esa Alcaldesa de Bogotá y su novia o esposa, que sé yo, Señor; De los jóvenes que protestan con justa razón… no, no… digo, de esos vándalos; de ese Coronell que molesta mucho a mi Papi con sus columnas, flagelándolo; de ese Fernando Londoño que cree que debo renunciar; de esa ONG que me culpa de las muertes… es verdad… pero no ¡jamás! No los estamos matando.
Se seca las lágrimas de cocodrilo con un pañuelo que tiene la imagen de Pablo Escobar con la frase bordada: “quiero ser como tú”.
—Finalmente, Señor, quiero agradecerte por el triunfo de Egan Bernal en el giro de Italia porque, al igual que yo, estamos dejando en alto el nombre de nuestro país. Sin embargo, y, sobre todo, ten misericordia de nosotros… y de mi gobierno.
Elaborada por: Eider Abaunza
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