Por: Marcela Tabares
Ahora tú serás el recuerdo de la dulce copa de vino, de la noche, de la juventud que se quedó en tus besos.
Aquí estoy, esperando, en esta dulce agonía que acompaña a mi orgullo herido. Aquí estoy atónita ante la velocidad de la vida, ante el fuego de la noche eterna que por un momento fue nuestra.
No puedo alcanzarte y tampoco quiero, la soledad de los corazones rotos crea barreras que se vuelven invisiblemente dolorosas y que simplemente permanecen para protegernos de nosotros mismos.
Extrañaré el fuego de tus ojos y poder sentir tu alma en ellos, extrañaré el fuego de mi cuerpo al sentir el tuyo y extrañaré romperme en mil pedazos cada vez que te anhelo.
Extrañaré la libertad de mis palabras y el aire perfecto que nos rodeaba en el preciado tiempo que pudimos encontrarnos… amarnos.
Extrañaré mi debilidad por los susurros de tu efímero amor, extrañaré no extrañarte, pero aquí estás, deambulando por mis pensamientos que simplemente no quieren soltarte.
Extrañaré el dolor de las palabras que nunca diré y extrañaré no poder volver a verte como alguien más, no poder no saber quién eres.
Me extrañaré a mí, siendo feliz, sin ti.
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