Elaborada por: Eider Abaunza
Me desconcerté definitivamente. El profesor había dejado claro al inicio del año académico que sólo los estudiantes con notas mayor a 4.0 tenían derecho de ir a las empresas del Acueducto y la Cámara de Comercio para realizar sus prácticas empresariales. Los demás tenían que buscar empresa. Pues bien, mis notas eran menores de 3.0 en la Técnica de Sistemas que estaba cursando con mi colegio, pero también con el SENA. La verdad, esa modalidad no me gustaba. Esa tarde de junio de 2018, el profesor emitió una pregunta para todos los estudiantes: “¿Qué empresa elegirían ustedes?”. Muchos gritaron, en lo que pude oír porque estaba en la parte de atrás recochando con algunos compañeros, que la Cámara de Comercio. Pero la sorpresa llegó cuando el Ingeniero cambió la dirección de la pregunta: ya no era para todos sino para uno en particular.
—Señor Abaunza, ¿qué empresa escoge? ¿Cámara de Comercio o Acueducto?
Obviamente, y por dármelas de Duque, le contesté que la Cámara de Comercio. Nunca me imaginé que fuera a hacer caso a mi respuesta.
—¡Muy bien, Abaunza! Venga firme. ¡Muchachos, Abaunza se fue para la Cámara de comercio!
Llovió las felicitaciones. En verdad, en verdad les digo que estaba muy desconcertado y nervioso. Primero, nunca pensé en esa empresa para mis prácticas porque mi desempeño no era el mejor, de ahí la segunda, tenía que ser un duro en sistemas para hacerle mantenimiento a los equipos y manejar programas, lo que se conoce como ofimática.
El profesor me envió, junto con un compañero del otro curso que también tenía que hacer sus prácticas en la misma empresa, para que nos firmaran el contrato, si se le puede llamar así. Empezamos la semana siguiente. Teníamos que ir dos días a la semana: un día los dos y el otro cada uno por aparte. Era más fácil cuando estábamos los dos porque nos apoyábamos. Y cuando me tocaba solo, antes de llegar, pasaba por el Santísimo de la parroquia más cercana, tres Padrenuestros y salía para la empresa.
Lo primero que hice al pisar la oficina de los Ingenieros fue pedirles la contraseña del wi-fi, que en realidad no sé por qué lo hice si ya un compañero me la había pasado, y sacar un vasito de tinto, que son gratis, como en las funerarias. Como todo buen trabajador colombiano que se respete, en los primeros días tuve más errores que el gobierno que estamos viviendo. Pero con el tiempo fui avanzando. ¡cosa tan relajada! Pasé de una tarjeta madre quemada a una firma estupenda de mis 380 horas exitosas de práctica empresarial. Eso sin contar las llegadas tempranísimas a mi puesto de trabajo. No más por eso, me hubiesen firmado unas 200 horas más.
Personalmente estoy muy agradecido con Dios, con mi colegio, el SENA y sus instructores, la paciencia de los ingenieros de la empresa y mis capacidades intelectuales, porque cada vez que daño el computador, abrazo con orgullo mi título de “Técnico en Sistemas”, y me veo en la penosa obligación de tener que llamar a un técnico para arreglarlo.
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