Escrita por: Juan Rodríguez
Esto pretende ser una clase de columna periodística. El intento, por lejos. En realidad quiero venir a decirle algo a usted.
lector, y espero me comprenda, porque de lo contrario, ni haga el intento de leer los siguientes párrafos. Se hace el milagro a tiempo.
Por su voluntad, por favor.
Vengo a confesarle que me siento cansado, agotado, sin ganas de caminar. ¿El motivo? Es usted demasiado amable, déjeme decirle,
demasiado, si es el caso en que usted lo haya pedido. ¿Lo hizo? Perfecto, disculpe la incoherencia de la pregunta, lo que pasa es que no soy solamente yo.
Ni siquiera hay identidad, para que me comprenda. No existe esa unidad del yo, porque somos varios, no solamente aquel que representa estas palabras.
Se lo aseguro.
No hay unidad, somos varios, hay una Verónica, un Francisco, también una guerrilla, y de vez en cuando un perro nos sopla el humo de la marihuana imaginativa. Sí, de verdad.
Comprenda usted, querido lector, que cada uno, y que cada una, han estado. Pero se han ido, se han ilusionado, y otros caminos los abordaron.
Quisiera decir lo mismo yo, pero... no es así. No me he movido, veo personas sentarse en el puesto de Verónica, o de Francisco, se fuman su marihuana y se van. ¿Qué por qué se van?
Porque se dejan alcanzar por los que tienen otro nivel más alto. Hay un viejo de bigote falso, y un gordo hijo de los años, que se nos adelantó. Se sentó, y se fuma toda la marihuana y de reojo
me mira. Por poco y lo insulto, pero me dije que el camino que nos espera será corto para ellos, que ya no tienen más artimañas, pero nosotros, nosotros llevamos las guerrillas en los pies
y las pisamos y explotamos. Una y otra vez, en la marihuana imaginativa, la idea de que todo cambiará está presente, porque yo estaré ahí para ejecutarla con los pies de caminos largos.
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