Por: Michael Barajas Pérez
La toma de la capital de Afganistán por los talibanes: llena de terror e incertidumbre a todo a un mundo. El lunes 17 de agosto: las imágenes que se compartieron por las redes sociales, dejaron a un mundo entero: atónito y envuelto en un mutismo. Miles de habitantes de Afganistán estaban tratando de escapar de su país subiendo a los aviones de los Estados Unidos que estaban emprendiendo su retirada. Sin embargo, eso no es todo, se vieron las imágenes de personas caerse de las alas del avión al que se aferraron, de alturas inimaginables. Las prohibiciones hacia las mujeres son vastas, tienen que usar grandes velos y vestidos en donde con el simple hecho de que sus tobillos sean visibles; se está pecando gravemente.
Las mujeres, además, pierden derechos y participación política, y tendrán que aferrarse a una ley que no les sonríe, que es la ley de los talibanes.
Toda la tensión también recae en Estados Unidos, muchos exigen la intervención de estos, e incluso; el mismo Donald Trump le exigió la renuncia al actual presidente: Joe Biden. Empero, Biden fue claro y enfático, que va a luchar una guerra que no es de él, los cementerios están plagados de muertos en combate y no quiere ver más. Asimismo, Biden tomó esta decisión porque el ejército de Afganistán, teniendo uno de los arsenales de armas más sofisticados y letales dejaron invadir la nación en tan solo tres días, ellos dejaron perder su nación; no hicieron nada por defenderlo. Por consiguiente, yo le atribuyo esto a la falta de pericia de los militares de Afganistán, que no comparecieron ante un conflicto de más de 20 años, no solo es culpa de los Estados Unidos, porque como ya dije: no es guerra de ellos. Por tal motivo, Biden dijo: "¡no vamos a luchar en una guerra que ellos no quieren pelear!”.
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