Elaborada por: Lina Echeverry
La política ha sido un asunto de hombres de manera histórica tanto en la sociedad oriental como occidental y Colombia no ha sido la excepción a este panorama, una clara prueba de lo anterior es analizar cuantas dirigentes mujeres ha tenido el país, la contundente respuesta es que no ha tenido nunca una mujer presidente y según la Registraduria Nacional del estado Civil las mujeres colombianas representan el 15,6% de los gobernadores, el 12,2% de los alcaldes, el 16,7% de los diputados, y el 16,6% de los concejales del país.
La realidad es que si bien tenemos una herramienta que nos permite asegurar la participación femenina en las elecciones como lo es la Ley de Cuotas, la cual indica que el umbral mínimo de participación de es del 30% de las mujeres, lo cual es mínimo, pues una cosa es ser candidata y otra cosa es ser electa y aquí están las cifras, las mujeres no tenemos ni un 20% de representatividad en las administraciones. El problema va más allá de la participación, tiene relación con la participación efectiva de las mujeres en la política y no solo del ser candidatas, va también en las cifras de abstención en las votaciones por parte de las mujeres y todo ello es producto de esos invisibles sociales tan fuertemente arraigados como aquel con el que inicié esta columna “La política es asunto de hombres” y la respuesta es no, es un asunto de mujeres también.
Las mujeres no somos víctimas de un sistema patriarcal en la política debido a la dominación masculina y la débil voluntad de participación de las mujeres, que si bien la arquitectura política en este país está construida por hombres que son quienes indican como debe realizarse y que el acceso y la permanencia de mujeres en estructuras policías tradicionales tiene muchísimas limitaciones, las mujeres somos actoras políticas fuertes, no víctimas, tenemos ideales y convicciones. Estamos entrando a un juego con casas políticas tradicionales y predominancia masculina, que, aunque el termino paridad suene a chiste entre concejos municipales donde no hay ni una sola mujer, es el primer paso para lograr sociedades incluyentes y con democracias reales.
Concluyo diciendo que, las mujeres siempre han tenido una participación en la política, pero una participación indirecta, han sido activistas, han apoyado a hombres en cacicazgos políticos o su participación ha sido reducida a listas de partidos, limitada por alianzas políticas que benefician hombres de la política tradicional, no obstante, la solución no es simple, primero necesitamos de mayor educación electoral que incentive a las mujeres a empoderarse y a verse a sí mismas como actoras políticas; segundo, es necesario que nuestra rama legislativa formule leyes que permitan la paridad en las elecciones porque la Ley de Cuotas es solo un primer paso que permite la participación pero aún existen muchísimos obstáculos que impiden la elección.
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