Por: Diego Armando Galindez
Si un día decides caminar por algunas calles de tu ciudad, es probable que encuentres a personas durmiendo en las aceras, donde la comodidad no va más allá de un cartón o una cobija que ilustra la imagen de la miseria. De pronto, tus prejuicios hacen que aligeres el paso o que cambies de ruta. A eso, le sumamos que los afanes del día sean más importantes que detenerte a pensar sobre la situación de aquella persona. El tema aquí, es que aquella situación no es ajena a nosotros, pues coincidimos en un instante con aquella persona y, esto es posible gracias a que estamos constituidos de materia, elemento que nos ancla a esta realidad tangible.
Así que, tanto la persona que yace en el piso, sumergido en sus sueños, como los centenares de trabajadores y estudiantes que a diario son impulsados por sus deseos de mejorar sus estilos de vida; tienen en común la tierra como soporte de sus angustias y alegrías. La conciencia de este elemento debería comprometernos desde una fraternidad que pretendiera el cuidado de aquella que, de forma acertada, nuestros hermanos indígenas llaman “Pachamama”. De acuerdo con esta lógica, el respeto a nuestra madre, no es algo forzado, puesto que somos conscientes que gracias a ella nuestra existencia es posible.
Entonces, ¿Por qué no nos indignamos con proyectos que conducen a una muerte lenta de nuestro planeta? Me refiero a la explotación de recursos naturales no renovables, al represamiento de los ríos, para las centrales hidroeléctricas. Cuando entendemos a la tierra como un otro, que al igual que nosotros necesita del agua y de los múltiples minerales que a diario se los arrebatan, para su bienestar, es posible unirnos en una resistencia frente a todo aquello que implique un consumo excesivo.
Es comprensible que no compartamos la misma lengua, religión, cultura, ni concepción política. Pero es absurdo que no cuidemos a los seres que amamos, con muestras tan sencillas pero trascendentales, como el cuidado del agua, del aire, de nuestros bosques, aquellos elementos que nos proporcionan una vida saludable. Así, que los invito a ser “divergentes” frente al sistema que busca vender una idea de felicidad anclada a lo que el filósofo camerunés, Achille Mbembe, denomina “necroeconomía” o economía de la muerte. Pues si iniciamos a valorar nuestra vida en relación con el tiempo, entenderemos que el hiperconsumo más que contribuir a la “felicidad”, nos conduce a la muerte lenta del planeta y por ende a la nuestra.
Se entiende que no compartimos el mismo idioma, religión, cultura o creencias políticas. Pero no tiene sentido no cuidar a las criaturas que amamos, con modelos tan simples pero trascendentes, como cuidar nuestra agua, nuestro aire y nuestros bosques, que nos garantizan una vida sana y una vida sana. Así que los invito a ser "diferentes" del sistema que está tratando de promover la idea de felicidad asociada con lo que el filósofo camerunés Achilles Mbembe llama "economía de los niños" o la economía ... la economía de la muerte.
Uno de los problemas que tenemos en la actualidad es el hiperconsumo, por qué justificados gastos innecesarios en cosas materiales y no somos concientes que esto daña al medio ambiente y hasta a nosotros mismos . En mi opinión creo que el ser humano tiene que ser más consiente sobre las acciones que hacen contra el medio ambiente
El hiperconsumo es uno de los problemas mas difíciles que afrontamos en la actualidad. Vinculamos la felicidad con lo material y en realidad no somos conscientes de que lo que hacemos día a día es acabar con lo que es nuestro hogar: el planeta tierra. Considero que a los seres humanos nos hace falta sentido de pertenencia con lo que nos rodea y con lo que, realmente, nos da nuestro bienestar.