Por: Eider Abaunza
Pensar diferente es un delito; no solo lo digo yo, lo confirma la historia. Porque pensar diferente implica considerar lo contrario a una idea que se ha difundido durante mucho tiempo.
Ahora que el eminentísimo doctor Gustavo Petro ganó la presidencia y Francia Márquez la vicepresidencia de la República de Colombia, ha quedado claro que más del 50% de los colombianos le ha restregado en la cara a la política tradicional -por no decir al Uribismo- que ya no quiere seguir jugando con sus artimañas. No pretendo defender a Petro ni a Márquez, no tengo por qué ni tampoco quiero, ni voy a negar que voté por el Pacto Histórico. Lo que quiero es destacar que más de la mitad de la población apta para votar se cansó de lo mismo y le apostó a un plan diferente.
Y sí, reitero, pensar diferente es un delito, porque el que piensa contrario se convierte en “la piedrita en el zapato” del otro o de los demás. ¿Quiénes son esos que piensan diferente? El Uribismo detesta al Petrismo, el Petrismo detesta al Uribismo; el catolicismo detesta al protestantismo, el protestantismo al catolicismo; las personas conservadoras y ortodoxas detestan a las personas liberales, las personas liberales detestan a las personas conservadoras y ortodoxas; los jóvenes detestan las concepciones de los adultos, los adultos detestan las de los jóvenes. Ejemplos en la historia de los gobiernos nacionales no faltan, tan solo recordemos que Jaime Garzón estorbó al gabinete político de su tiempo, fue la piedra en el zapato porque incomodó.
¿En qué se parecen una piedra en el zapato y un pensamiento diferente? En que ambos estorban y como aquí tenemos un dicho que reza: “lo que no sirve, que no estorbe”, entonces, se desprecia o, como ha pasado, se borra del mapa.
Un pensamiento diferente es un pensamiento crítico frente a las estructuras, algo que resulta siendo molesto. Aún así, la diversidad de pareceres deben ayudarnos a construir juntos un país mejor, cambiemos la historia ensangrentada haciendo que las víctimas, muertas o vivas, nos respiren día y noche en la nuca hasta escarmentar nuestras conciencias por creernos perfectos y querer borrar a aquellos que piensan distinto a nosotros.
Quiero terminar volviendo sobre las palabras de un hombre que admiro mucho. Jaime Garzón, enseñando a los jóvenes universitarios la traducción que los indígenas habían hecho al artículo 12 de la constitución política de Colombia, dijo: “Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente”, para luego terminar afirmando: “Si nos aprendemos este artículo, salvamos este país”.
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