Por: Érika Fernanda Sánchez
Últimamente,
el cielo parece cargar
más cuerpos celestes
de lo usual.
El hombre de semblante tranquilo
y cara demacrada,
sí, el de la casa de la esquina,
solía asegurar: “Las estrellas no son
más que trozos cósmicos,
motores de energía
enviados lejos
por órdenes del astro mayor”.
Y, solo cuando el espacio
no pudo refugiar más luceros
e iniciaron apagando su calor natural,
ocultándolos en los refrigeradores
de las grandes tiendas
fue que lo comprendí.
Es de noche,
y todo parece más claro.
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