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Foto del escritorMichael Barajas Pérez

Fénix

Por: Maya Tatiana Ortiz


Nieves, dulce Nieves, de piel canela y labios invierno, cabello de otoño y ojos de verano.


Nieves, la pequeña musa de manitas pequeñas con ganas de comerse el mundo, destinada a un hogar sin padre y una madre carente de amor, una historia de siete y no precisamente enanos, Nieves, quien tuvo que comerse la realidad cruda disfrazada de manzana, esa misma Nieves, se levanta del baúl decrépito, no mira atrás, deja un pedazo de corazón, una pierna, un brazo, un ojo, su inocencia, sabe que no puede ser salvada, que las princesas no existen, que los caballos blancos engañan, que los animales no son animales y las personas no saben ser personas.


Nieves, la misma débil Nieves, saca una costilla y termina de escribir en sangre el contrato que sellará por fin la caja de pandora que le carcome el alma

Pobre niña, jugando a ser primavera

Pobre primavera deseando a ser niña

Pobre canción vieja, anhelando ser escuchada por una pobre niña en la primavera

pobres labios, tan jóvenes

tan fríos, tan rojos, tan verdes, tan grises, tan muertos

pobres piernas, manchadas de un vino que arde, que quema, que no se borra

pobres pies, que no caminan

pobres manos, que no agarran

pobres ojos que no miran

pobre piel que no estira

pobres sábanas que no ahorcan

pobres sombras que no son solo sombras.


Dichosa joven siendo primavera

dichosa primavera siendo joven

dichosa canción vieja siendo escuchada por una joven en primavera

dichosos labios sólidos

tan cálidos, tan carmesí, tan vino tinto, tan azules, tan vivos

dichosas piernas, dibujadas en tinta

dichosos pies que caminan

dichosas manos que agarran

dichosos ojos que miran

dichosa piel que estira

dichosas sábanas que ahorcan

dichosas sombras que solo son sombras

dichosa mente que no olvida

dichosos recuerdos que solo son recuerdos

dichosa lengua que no calla

dichosa vida que es vida


Una lágrima sale de sus ojos una vez su mano izquierda empuñada decae, recoge sin prisa los pedazos que algún día destilaron de su corazón y sonríe mientras rompe aquel reflector de inseguridades. Ya no es una niña, ¡ya no soy una niña!




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