Por: Eider Abaunza
Fue una mañana llena de trabajo. El presidente Iván Duque se levantó muy preocupado: primero, porque le falta ya poco para que termine su gobierno y, segundo, porque no ha podido dormir desde que estalló la bomba del MinTic. Se puso las pantuflas de Peppa Pig y se dirigió a la oficina, su oficina personal, en donde tiene colgado cuadros fotográficos de Maluma y un diploma de inglés que realizó en el SENA. Acto seguido, prendió su portátil marca “HP” (las cosas se parecen a su dueño) y se metió al programa de Zoom para una reunión muy importante.
─Presidente, buenas noches ─saludó la exministra Karen─. La reunión estaba programada para los ocho, presidente, ¿ya vio la hora? Son las once de la mañana.
─Karen, que pena con usted. Buenos días. Le confieso que últimamente este problema me está abudineando el sueño ─dijo Duque, quitándose una lagaña.
─Presidente cochino e irrespetuoso ─dijo Karen─. Primero, me está ofendiendo con el mal uso de mi apellido, y, segundo, ¡desactive la cámara cuando haga esas cochinadas!
El presidente no pareció escucharla, puesto que la pantalla lo mostraba distraído, hablando con alguien más menos con ella, y con su dedo gordote metido en un huequito de la nariz.
─¡Presidente!
─Sí, sí, Karen. Gracias.
Karen torció los ojos, como la niña de la película del exorcista.
─Mira, Karen ─prosiguió Ivancho─: todos sabemos lo que pasó con esa plata del MinTic, pero por favor, dímelo a mí, que te quiero mucho.
─No me coloque esos ojos de cordero degollado, presidente. La verdad es que Armando Benedetti me llamó para que no cancelara ese contrato.
─¡Mentirosa! ─exclamó el senador Benedetti.
Resulta que en la reunión había más personas conectadas, no sólo la exministra, lo que significaba que muchos vieron al pobre presidente rascándose los ojos tiernos que tiene mientras se quitaba una pequeña lagaña y, que también lo habían pillado, sin duda alguna, buscando las promesas sin cumplir en su grande hemisferio nasal.
─No, señor. Usted sí me llamó para firmar el contrato con Centros Poblados ─dijo la Abudinen.
─Yo sí la llamé, pero para agradecerle por la SIM CARD que me regaló ─contestó Armando Benedetti─. Y para comprobar que sí tuviera minutos, porque hubiese sido feo que la ministra Abudinen me abudineara con algo gratis.
─No, señor. Permítame le refresco la memoria, senador.
─De naranja, como mi proyecto de economía, por favor, Karen ─intervino el presidente Duque.
─¿De qué habla, presidente? ─preguntó el senador Mauricio Gómez.
─Del refresco ─contestó Ivancito.
De un momento a otro, el senador Gustavo Petro compartió pantalla: una fantástica escena de pasión entre un hombre y una bella dama, juntos como Dios los trajo al mundo, que se podría resumir con la letra de la canción que dice “aquello con aquello, lo de ellos con los de ellas, lo tuyo con lo mío y con ritmo nos movemos”. El video se apoderó, durante unos segundos, de las pantallas de cada uno de los participantes y a todo volumen.
─Senador Gustavo, ¿qué es eso? ¿Por qué está viendo porno? Usted es como enfermo, ¿cierto? Así quiere ser presidente de Colombia ─dijo, enojada, María Paula Correa.
─¿Dijeron “presidente de Colombia”? Porque yo estoy acá ─metió la cucharada el despistado del Duque─. Pero les aclaro que yo no puse ese video.
─Le pido con todo respeto, señorita, que no me trate así ─contestó Gustavo Petro─. Yo podré ser guerrillero, pero jamás pornográfico. Yo no compartí eso. Se lo juro por Emilio Tapia.
─A mí déjeme quieto, senador, que yo soy inocente ─Emilio Tapia, que también estaba en la reunión virtual, no se quedó callado y le contestó al senador de la Colombia deshumana─. ¡Siempre inocente, nunca delincuente!
Hubo risas y luego un momento de silencio. La pantalla, entonces, mostró a la exministra de las TIC jalando un pedazo de chicharrón más grande que en el que se encuentra, acompañada de una bandeja paisa y del jugo de naranja que, posiblemente, había aprendido a hacer viendo las clases que emitían todas las noches del profesor Duque.
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