Escrito por: Eider Abaunza
El domingo anterior estaba en un retiro espiritual por allá en una finca en Acacías. Me encontraba en mi momento de silencio cuando me di cuenta que el señor presidente Iván Duque había llegado a la finquita.
Preguntó por mí porque quería hablar de algo importante para el 20 de julio en el Capitolio. Tristemente me vi obligado a romper mi silencio. Lo recibí con agrado y él llegó como “Pedro por su casa” y se sentó en la sala principal. Prendió el televisor como si nada, sin pedir permiso y puso los Simpson.
Se quitó los zapatos y extendió los pies en la otra silla. Verdaderamente el presidente se estaba relajando, o eso parecía, como desde el 2018 se está relajando.
Tenía la media rota. Por el huequito se asomaba el dedito gordo con una enorme tristeza. Que pesar, ¡hasta el pobre dedito está aburrido!
Yo me senté al ladito de él. Sacó su billetera y alcancé a ver la foto de Jennifer Arias. ¿Jennifer Arias? Pensé que estaría la foto de la primera dama, pero no, sólo la de la actual presidenta de la Cámara, llanera con mucho orgullo y del Centro Democrático, que es lo único feo de ella.
Me regaló una botella de jugo de naranja rendida con agua. No es por nada, pero parece que el presidente no viviera en la Casa de Nariño sino en un local de San Andresito.
—Tengo reunión con el congreso —dijo Iván con un pedazo de ponqué en la jeta—. Quiero hablar de los éxitos que he tenido.
—Oílo, parce —me dijo un compañero, que no es seminarista, al oído—. ¿De cuáles éxitos habla ese señor?
—Oiga, presidente —le dije al Ivancho, que aún no terminaba su pedazo de ponqué—. ¿Vos si sabés lo que querés decir? No te andés con cuentos de hadas. Decí la verdá.
—Claro, Eider —me contestó el mandamás—. Voy a decir cinco cosas…
—Que pena, señor presidente —interrumpió mi compañero—, espero le haya gustado el ponqué. Pensé que se había dañado. Ya llevaba tres semanas en la nevera. ¿Quiere una pola?
—No le ofrezca eso al presidente —dije—. Él sólo sabe tocar guitarra y jugar con un balón. Siga, Ivancho, siga.
—Quiero hablar de mis…
Para no aburrir tanto y resumiendo todo, Duque quiere hablar de su “éxito” con el archipiélago… un éxito de 100 días y dos casas. Quiere hablar también del derecho a la protesta pacífica… cuando aquí los jóvenes por protestar parecen fichas de rompecabezas, son la Guernica de Picasso en persona. Quiere hablar de que las instituciones no son para concentrar el poder… y en el gobierno está todo el uribismo. Quiere hablar de que los bloqueos dañan los derechos humanos… cuando él da la espalda a las recomendaciones de la CIDH. Quiere hablar de que la policía es justicia y no autoritarismo… cuando la mayoría de los que han colgado los guayos ha sido por manos de algunos verdecitos, ¡ah, cierto! Ahora son azulitos.
—Te felicito, Ivancho —dije—. Vos sos un buen presidente… dejémonos de vainas… el mejor. Vos tenés que volver a ser presidente. Sin duda alguna el pueblo votaría por vos.
—¿Votaría? o ¿botaría? —dijo mi compañero.
—¡Cállate vos! No seas imprudente —le dije—. Bueno, doctor Ivancho. Tengo que estar en silencio y en retiro.
—Gracias, Eider.
El presidente se despidió y salió de la finca. Pero me dejó la sala igual que como tiene el país: vuelto una m…
¡Maravilla!
Nota: Feliz día de la Independencia para el señor presidente por no depender nunca del doctor Uribe.
¡Mentiras!
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