Por: Eider Abaunza
Ayer en la mañana recibí una llamada de mi abuelita. La pobre se veía envuelta en un chunchullo ni el berraco, según le entendí. Apenas sonó el teléfono, me aseguré que no fueran los del banco. Al verme librado de esa pesadilla de la llamada bancaria, contesté:
—¿Aló?
—¡Hola, mijito! ¿cómo va? Mijo se me presentó un berrinche feo.
—¿Qué le pasó, agüela? Contame con todo y pelos.
—Imagínese, mijo, que ese man de Petro llegó por acá a la casa y todavía estoy en pijama.
—¿Y ya lo dejó entrar, agüela?
—No, mijo. Aún está ahí afuera ese bobo… y empapado porque está lloviendo, mijo. ¡Me da un pesar!
[…]
—Siga, Gustavito, mijo. Qué pena hacerlo esperar casi dos horas. Ojalá no me condene por eso.
—No se preocupe, mi señora, que ya estoy acostumbrado a esperar.
—Y tendrá que seguir esperando, mijo, si cree que le va a llegar la presidencia por obra y gracia del Espíritu Santo.
—Si pudo Duque, ¿por qué yo no?
—Oiga, Petrosky, pero vos sí sos muy bruto, mijo. Cómo no se dio cuenta que iba a llover, si el día está oscurito, pille, se parece a la Colombia Humana.
—No, mi señora. Usted está muy equivocada. La Colombia Humana es la primera fuerza política del país por si no lo sabía.
—Fuerza la que estoy haciendo pa’ que vos te largués de acá.
—¿Cómo?
—No, nada… ¿que si querés desayunito, Gustavito?
—¡Uyyy re sisa! Jeje, que pena mi señora, se me salió lo guerrillero.
—No te preocupés, mijo, que Colombia ya lo sabe.
—¿La Humana?
—Esa también, pero se hacen los güevones.
—Mi señora, perdón que le pregunte, pero, ¿qué me va dar de desayuno?
—Ah no, mijo, de exigente no se puede… exija cuando sea presidente. Por el momento trague lo que hay.
—Vote por mí y verá que se le solucionará la cuestión de la comida: ya no tendrá que decir “trague lo que hay” sino “coma lo que quiera”.
—Ah no mijo… si con el Ivancho no nos alimentamos bien, no más es de imaginarme con vos… adiós casa, hola cementerio.
—Mi señora, ¿y por qué tiene esa foto de Uribe ahí en la mesa?
—Es mi amor platónico.
—Usted es Uribista, ¿cierto? ¡Ay no, dónde me vine yo a meter!
—No se preocupe Gustavito que acá lo amamos… yo voté por vos cuando vivía en Bogotá… eso fue para lo de las basuras, ¿te acordás?
—No, no. Yo mejor me voy… ¡Hasta luego, mi señora!
—Venga, mijo, no te vayás que esto hasta ahorita se compone… ¡ash! Ya se fue. ¡Ya podés salir del baño, Alvarito Uribe, hágale, pues, amorcito que Petro ya se largó!
Y se cortó la señal de la llamada.
Por si las moscas:
Oiga, Petrosky: que manda a preguntar mi agüela que, si de casualidad, no se le vino en el bolsillo la pistola de balines del niño. La cuestión no es la pistola, la cuestión es Uribe que está desesperado porque no la encuentra.
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