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Foto del escritorMichael Barajas Pérez

El fanatismo religioso, la peor peste

Por: Michael Barajas Pérez


El coronavirus ha consternado al mundo y lo ha puesto en jaque, datos recientes en el mundo pueden propugnar que hasta nuestros días han fallecido alrededor de 6.38 millones de personas, y más de 535 millones de personas han sido contagiadas, los índices de pobreza se han disparado hasta el cielo, y la desesperanza abruma los ojos del derredor, en efecto, según datos recientes de un estudio del DANE han dicho que la pobreza en nuestro país; puede llegar alrededor del 50%, aumentando exponencialmente con respecto al año pasado, podemos concluir claramente que el coronavirus no solo ha afectado directamente a la salud, sino también a la economía, pero ¿es acaso el coronavirus la peor peste que hemos enfrentado?

Si queremos escarbar una respuesta, tenemos que retrotraernos hasta la antigüedad, sin duda la falta de derechos humanos, y el privilegio de libertad que tenían pocos, hacia al pueblo envilecer, pero me quiero cimentar en las premisas antropológicas de Durkheim y Tylor, el primero promovía un totemismo en donde en los pueblos antiguos era necesario la existencia de dios, por lo tanto, éste es inherente a la evolución del pensamiento y creencias del hombre; Tylor propuso el animismo, en donde se establece una creencia religiosa que está presente en todas las civilización, hasta el día de hoy, ningún antropólogo ha podido encontrar alguna civilización en la cual no crean en un dios. Pero ¿este dios es del todo benevolente?

Desde que se empezó a contar la historia, la religión siempre hacia llegar al hombre al paroxismo de ésta, que era el fanatismo, y por supuesto este generaba intolerancia, Voltaire en su libro “tratado sobre la tolerancia” expuso que el fanatismo dado por la religión católica en Francia, es realmente pernicioso, cito el caso de Jean Calas, un anciano hugonote (protestante, seguidor de las reformas dadas después de 1517), se le adjudicó la muerte de su hijo, que muchos aseguraban que este se iba a convertir al catolicismo, pero era todo una artimaña para asesinar al hugonote, el pueblo en un ejemplo de intolerancia, condenó a Calas a la tortura de la rueda, y a sus hijos los desterró, y todo por cortesía de la intolerancia.

Datos históricos afirman que, en Francia, un poco antes de la edad de la ilustración, se necesitaba profesar la religión católica para poder graduarse en las universidades y en las academias, un claro caso de fanatismo, y ya sabemos que hizo el fanatismo con Calas. Sin embargo, tornemos esta columna un poco más violenta, y hablemos de la verdadera violencia en Francia generada por la religión, hablemos de la masacre de San Bartolomé, comenzó la noche del 23 de agosto de 1572 y se extendió durante meses por todo el país. Los adeptos a la religión católica masacraron a los hugonotes, entraron a sus casas, degollaron a sus esposas y a sus hijos, para luego matarlos a ellos; ¿no es acaso la religión católica la que profesa el amor? Pues si lo profesaba, quedó plasmado en La Biblia, porque yo no vi nada de eso. Pero también hablemos de las guerras de la religión en Francia, que no masacraron a miles, masacraron a millones, alrededor de 3.000.000 de personas murieron por no profesar públicamente la religión católica, entre ellos, murieron niños de brazos, y aún sigo sin entender si ellos adoraban al dios del amor y la fraternidad, porque si lo hacían, estoy más confundido de lo que estaba cuando empecé a escribir este ensayo.

Ahora dilucidemos de las cruzadas, el papa Urbano II, en su ambición por recuperar “tierra santa”, decidió impulsar a los hombres a la guerra, concediéndoles indulgencias y el perdón de sus pecados, hubo alrededor de nueve cruzadas, y fallecieron alrededor de 5.000.000 de personas, y todo por la ambición de un papa. Sin duda la iglesia católica fue liderada por buenos hombres también, pero en este caso, si los buenos papas abundaron, los malos sobreabundaron.

La guerra de los 30 años, entre 1618 y 1648 entre católicos y protestantes, tan solo mató a más de siete millones de personas, pero la cuarta cruzada, la llamada “cruzada de los niños”, mandó al matadero a cientos de niños que fueron enviados a combatir en nombre de la fe y terminaron siendo esclavizados y asesinados y otros muertos en el desierto.

La guerra de los 30 años fue librada en Europa central, generada por discrepancias y disentimientos entre adeptos de la reforma y contrarreforma en el Sacro imperio Románico Germánico. Martin Lutero genero gran controversia cuando presentó sus 95 tesis en contra de la iglesia católica en 1517, dejando esa guerra más de siete millones de personas sepultadas y si preguntan por qué, es por la religión.

La inquisición marco un hito en la historia, sus impugnables hechos son puestos en tela de juicio hasta nuestros días, Heinrich Kramer postulo en su libro “Malleus malleficarum: el martillo de las brujas” los pasos que debe seguir un verdadero católico, y la promesa que se debe hacer al leer la primera página del libro es: “No dejaras que la bruja viva”, este libro fue tomado por el papa y lo establecieron como la biblia de los cazadores de brujas, y desde allí se inició con la caza indiscriminada de brujas. “Según cálculos del historiador alemán Wolfgang Behringer, la persecución provocó en toda Europa entre 40.000 y 60.000 víctimas... donde solo 500 corresponden a la suma de las ejecutadas en España, Portugal e Italia subalpina. Francia habría ejecutado a 4.000 y Alemania al menos a 25.000.”

Como conclusión podemos afirmar, que el coronavirus ha matado mucha gente, pero no se le asemeja en lo absoluto a las muertes propiciadas por el fanatismo de la religión. Claro que el coronavirus es una peste que nos azota y nos debilita, pero ahí una peste que nos esta marginado desde hace mucho antes, nos subyuga y nos hace desenvainar la espada contra nuestros hermanos, y es la religión.




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