Por: Eider Abaunza
Recibí la llamada de mi abuela donde me decía que estaba afuera en el parque de Restrepo esperándome junto con el Padre Francisco de Roux y Álvaro Uribe Vélez.
—Movete pues, mijo. Vos sos muy lento —recibí el caluroso saludo de mi abuela—. Ya ni sé cual de esos dos viejos son el cura y el paraco, mijo, ¡ahs!
—Usté me perdonará, señora, pero no me llame así hágame el favor —contestó Uribe—. ¿No ve usté luego que tengo mucha cosa encima? Hasta se me hinchó un ojo por el estrés.
—Siempre haciéndose el de la vista gorda —Contestó el padre Pacho.
—¿No se ha querido confesar aquel, Pachito? —preguntó mi abuela.
El cura negó con un gesto muy solemne.
—Oí, Álvaro, ¿no te acordás que vos dijiste que no podías dormir porque sabías la verdá? ¿Por qué no la confesás?
—No, mijo. No, no. Le tengo miedo a ese cura.
—¿Vos tenés miedo, Alvarito? ¡Dejá esa bobada, mijo! Igual: el Juanma ya te echó al agua —dijo mi dulce agüela.
—Es que yo hice todo bien, mija. Es el padre quien no me cree.
—Ya empezaste mal, Alvarito. Vos sos más de la mentira que de la verdá. Pero no importa, mijo, eso ya está en tus venas… Oí, Alvarito, yo quiero esa perrita que vos tenés, esa que se llama Lola, mijo.
—No, no, mi señora, yo no tengo perros… ¿quién dijo eso?
—La mentira es un pecado, doctor Uribe —dijo Pachito—. Tiene que confesarse.
—Yo me confieso con la revista SEMANA. Allá no me juzgan.
—No te preocupés… igual no creo que sea sorpresa. Todo el mundo ya sabe tus mañitas, Alvarito —dijo mi agüelita.
—Los únicos animales que tiene el ilustre doctor son sus hijos —dije.
—¿Usté por qué dice eso? ¿Qué pruebas tiene? Mis hijos no son ninguna Epa Colombia… respetalos que ellos son mi corte celestial.
—No te metás con mi nieta, berrioncito, que bien educada sí es la culicaga´a esa.
—Padre de Roux, la verdá sí quiero confesarle algo.
—¡Que maravilla! Cuente, pues, que ya le estaba cogiendo la tarde, doctor Uribe.
—Pero es mejor que lo tratemos en mi hacienda… y de paso le regalo unos perritos, Su Reverencia.
Y ambos tomaron un campero sin despedirse.
—Ay no, mijo, que maricada… ya va a enredar al curita… ese doctor Alvarito siempre quiere ganar, ¡ash! Mejor me voy, mijo, que dejé unos huevos hirviendo y ya deben estar como los de…
Curiosidades:
Dice la agüela que cuando visitó al padre Pacho de Roux, vio quizque en su oficina, en vez de tener la Biblia, tenía todos los capítulos completos de la serie Matarife:
“Los habidos y por haber, mijito”
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