Por: Michael Barajas Pérez
¡Han caído en una vil trampa! Incluso, puedo advertir que ustedes al leer tan pretencioso título creyeron que les aconsejaría seguir sus sueños, dejar las mentiras, no rodearse de malas amistades y pensar que el mundo conspira a su favor. Pues no será así, han caído en la misma trampa en la que caí hace varios años.
Cierta vez estaba buscando un libro en una famosa librería y me encontré con una reluciente obra llamada El arte de ser feliz, conocía un poco de la filosofía alemana aún estando muy crío; pero, ignoraba la existencia de Arthur Schopenhauer y su peculiar filosofía. Muy entusiasmado compré el ejemplar y me fui con apuro hacia mi hogar, al llegar lo destapé, empecé a leerlo, me encontré totalmente con lo contrario a lo que imaginaba, era inaudito.
Schopenhauer no hablaba de cosas agradables al gusto humano, sino de resignación ante el dolor, de no tener esperanza, de evitar el contacto humano, del ensimismamiento inmediato, de rehusarse a la esperanza y de saber que la principal causa de infelicidad es el mismo ser humano; por lo tanto, el exterior nos trae infelicidad y desasosiego. Si leemos con detenimiento la obra, nos encontramos constantemente con la palabra dolor y, en esencia, debemos familiarizarnos con ella para entender la felicidad.
A mi parecer, la filosofía alemana es bastante controversial, está dividida en bandos. Entre los humanistas que más desarrollan ese “atractivo al público” puedo nombrar algunos como Schiller o Kant; en la misma línea estarían los autores románticos Heine y Goethe. De sus antípodas Nietzsche, Schopenhauer y Feuerbach debo destacar que en Ecce Homo Nietzsche desarrolla concepciones similares a las de Schopenhauer, pero este último sí se pasa de la raya.
Schopenhauer me enseñó dos cosas ese día. La primera, no tengo que volver a comprar libros por su portada; la segunda, entendí que la única forma de granjearse la felicidad es comprendiendo el concepto del dolor y reconociendo que siempre estará presente. Así decía El arte de ser feliz.
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