Por: Marcela Tabares
En medio del sofocante calor que aún acompaña los días árabes, hemos decidido visitar el mayor evento mundial que tanto se había esperado en los Emiratos Árabes Unidos: la Expo 2020 de Dubái, una exposición internacional considerada como un evento de importancia para todo el mundo y en el cual se invirtieron aproximadamente 7.000 millones de dólares en su inauguración.
El tema central de este magno evento consiste en revelar las maravillas arquitectónicas y algunos avances tecnológicos de más de 190 países que participan.
La expectativa por saber qué nos encontraríamos de parte de nuestros compatriotas colombianos en verdad era grande, teniendo en cuenta que competimos en tecnología con países mucho más desarrollados en los que se invierte conscientemente en áreas de investigación y desarrollo constantemente.
La entrada al pabellón colombiano empieza por alegrarte el corazón desde que ves la palabra Colombia en el aviso. Ingresas al espacio pintado en su mayoría de blanco y sientes ese calorcito que emana el estar cerca de las cosas de tu tierra.
Identificas tu cultura desde la entrada con una estatua del maestro Botero, la cual me produjo una alegría inmensa al hacerme sentir como en casa. El recorrido desde allí hasta la entrada te sumerge en una realidad ya conocida a la que entras fielmente convencido de que ya la has vivido.
Entras a este pabellón con la ilusión de poder hablar en tu idioma natal, pero te encuentras con una persona que no habla mucho español, solo portugués e inglés y piensas: ¿Qué tan conveniente es esto si es un país latino? Pero recuerdas que no estás en Colombia, que es solo una pequeña representación de lo más bonito, lo mejor que tiene nuestro país para ofrecerle al resto del mundo, lo mejor para ofrecer a algunas comunidades que aparentemente lo tienen todo.
Te reciben amablemente y algunas personas hablan español. Escuchas música que aparentemente representa a nuestro país como lo es Carlos Vives y Shakira, con lo cual pienso que la música característica de Colombia debería ser el bambuco, el joropo; la verdadera música que recuerda por qué Colombia debe ser el lugar más hermoso del mundo para vivir ahí. El montaje del pabellón es limpio, alegre y deja ver la esencia que caracteriza a un país que ha aprendido a reírse de sus desgracias y a sobrevivir en medio de tanta injusticia. Cada relato que narra las bellezas que nos representan me llena de nostalgia porque me hace pensar que solo yo sé la realidad detrás de esas fotos hermosamente retocadas, de esas ciudades que muestran lo mejor de una cultura saqueada, golpeada y que aun así puede hablar de lo lindo que es pertenecer a ella.
Hay que resaltar que solo se habló de cultura y no se mencionó a ninguno de estos nefastos personajes que nos han gobernado por años y que han contribuido a dejar a nuestra nación en el lugar donde se encuentra ahora.
Debo decir que salí feliz, que amé el olor a café, que me alegró escuchar el acento de mi ciudad, que el orgullo de pertenecer a Colombia cada vez es mayor, y que lo único que hizo falta fue una deliciosa y característica empanada de carne.
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