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Foto del escritorMichael Barajas Pérez

Colombia: crónicas del "abudineo"

Por: Marcela Tabares


Haciendo gala de nuestra colorida y escandalosa historia, quisiera ahondar en el “trending topic” proporcionado por una de las ministras de turno para este desgobierno: Karen Abudinen. Quien inspiró el verbo de este año: “abudinear”.

Esta nueva expresión explicada por la RAE para referirse a “robar” y “estafar” comenzó como un comentario banal en redes sociales para referirse de manera jocosa al último acontecimiento de la acostumbrada corrupción, donde mágicamente se desaparecieron $70 mil millones de pesos y con el cual, como siempre, terminamos riéndonos porque sabemos que en este país del “Abudineo mágico”; esa platica ya se perdió.

Desde los años 1900 venimos caminando sobre los estragos que ha dejado el influjo de las elites políticas que han dominado este país. Año tras año lidiamos con los rezagos de una de las peores enfermedades que aquejan a Colombia: la corrupción. Con el paso del tiempo son más los fantasmas de los desfalcos, desaparecidos, masacres y diversidad de escándalos que muchas veces han sido escondidos bajo el tapete, pero que son la base de la identidad actual de un país que sufre por la notoria indiferencia de sus dirigentes.

Dentro de esta pesadilla de la cual no hemos podido despertar, parece ser que la famosa resiliencia colombiana que tanto nos caracteriza, ha permitido que aceptemos que la desigualdad, las brechas sociales y las oportunidades entregadas por la meritocracia empantanen el futuro de un país lleno de riqueza, pero tan mal repartida.

Abordando rápidamente nuestras memorias y para no caer en la depresión, quisiera empezar este viaje al pasado partiendo desde los fabulosos años 90´s con el legendario “proceso 8000” que terminó siendo archivado por la comisión encargada y su estrella, un expresidente que ya no estaba en ejercicio; simplemente fue absuelto. Este proceso es el que abrirá este pequeño análisis histórico y será el primer evento de corrupción que utilizaremos para dar pie a entender los inicios del Abudineo.

Desde largos procesos buscando pruebas del financiamiento de distintos carteles a las campañas políticas, desfalcos a diferentes empresas estatales y desplazamientos forzados, hemos sido víctimas de un sistema que pareciera estar diseñado para el fracaso.

Haciendo un fugaz acercamiento a la cronología de este espectáculo apodado “idiosincrasia colombiana”. Pareciera que a lo largo de la historia las leyes se van modificando para permitir que los que poseen la mayoría de los recursos puedan romper todas las reglas cada vez de una manera más creativa o descarada; mientras que el pobre “que es pobre porque quiere” debe verse obligado a luchar para poder sobrevivir, para intentar mantenerse a flote bajo un sistema que piensa en todo menos en la igualdad.

Siguiendo nuestro paso por el país del Divino Niño, y para culturizarnos con los principios del Abudineo, recordaremos algunos de los escándalos más importantes.

Comenzamos desempolvando el diario de la corrupción en Colombia con el escándalo de la UPAC (Unidad de Poder Adquisitivo), donde muchos colombianos perdieron sus inmuebles debido al alza desmesurada en las tasas de interés y que terminó costándole al país 12,3 billones de pesos. Continuamos con Foncolpuertos, que dejó un desfalco a la nación de $11 mil millones de pesos. Dragacol, que se lleva $26 mil millones de pesos y el desfalco a Cajanal que inicialmente fue por $9 mil millones de pesos, pero en la actualidad asciende a $40 mil millones de pesos. Estos, por no ahondar en todos, son algunos de los eventos de los cuales se ha ido perdiendo el rastro con el paso de los años y que han sido reemplazados por reinados de belleza, realities y novelas de medio día.

Terminando el viaje por los años noventa y con los ojos llenos de júbilo por lo que parece un inicio de año lleno de esperanza; sentimos que por fin la suerte nos sonríe. Hay cambio de siglo, pudimos comernos las 12 uvas a la media noche, abrazamos a nuestros seres queridos y guardamos unas monedas en los bolsillos para sentir que no empezamos el año siendo tan pobres.

Comienza el nuevo siglo y simplemente deseamos que esta vez el rico pague los impuestos que le corresponden por ley, que los políticos dejen de mentir de manera tan desvergonzada y que los menos favorecidos puedan dormir con el estómago lleno. Pero como siempre hace falta el centavo para el peso, no pasa mucho para que arranque nuevamente el viaje por este mundo desigual y tramposo en el cual seguimos pagando la plata que se pierde, seguimos olvidando la historia después de un partido de fútbol mediocre y continuamos dejando que esos procesos legales que nos deberían importar se vayan dilatando en un sistema legal que poco o nada entendemos.

Cada día vemos cómo se van agrandando los desfalcos y nos dejan el mismo sinsabor al ver que los infames líderes escogidos por la meritocracia no se apiadan de nosotros y deciden seguir llenando sus robustos bolsillos con nuestro dinero.

Romantizando los robos a los que ya estamos acostumbrados, recordamos con cariño las crisis ocasionadas por las estafas piramidales que lograron recaudar aproximadamente $2.16 billones de pesos, el escándalo de Agro Ingreso Seguro que repartió más de $200.000 mil millones de pesos a narcotraficantes, a familias prestantes del Magdalena y del Valle del Cauca y que estaban destinados para familias campesinas de escasos recursos. Finalizamos este breve recorrido con el inolvidable Carrusel de la Contratación; que dejó un detrimento patrimonial de $2.2 billones de pesos. Eventos que casualmente salpican a algunos de nuestros pobres congresistas, expresidentes y senadores que en pleno siglo XXI no saben cómo sobrevivir con el poco salario que devengan mensualmente y por eso deben verse obligados a tener otros negocios.

Dejando de lado las conexiones para internet que debieron entregarse a los niños de zonas rurales y la cantidad de veces que se le ha cobrado al estado de más por comida destinada a estos mismos niños de escasos recursos vale la pena preguntarse ¿será el Abudineo la enfermedad sin cura de la cultura latinoamericana?

En algún punto de esta parodia los portadores del apellido ya estarán pensando donde esconderse para evitar seguir siendo mancillados, mientras se sigue escuchando este apellido como verbo; pero que se siente que es una buena palabra para definir el triste rumbo que va tomando nuestro país y para entender la cantidad de veces que nos han engañado.

Esperamos con la poca fe que nos queda, que la renuncia de la protagonista de esta historia no sea otro capítulo más de las burlas legales a las que estamos sometidos. Así que por lo pronto planeo seguir conjugando este verbo para contar y entender la compleja realidad de mi patria.

Finalmente, si la Real Academia lo aprueba, yo le creo, al fin y al cabo ¿Quién soy para contradecir a los que saben?



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