Elaborada por: Eider Abaunza
Esta columna tiene todo el privilegio de estar patrocinada por el canal de Walt Disney versión Industrial y Santa Fe de Villavicencio.
Érase una vez en un hermoso reino, un rey que tenía dos hijas a las que amaba mucho y que pronto les iba a dejar todas sus tierras en herencia. El rey se llamaba Uribe y sus hijas eran Paloma Valencia y María Fernanda Cabal. Pues bien, el rey, preocupado por su vejez y por el futuro de las tierras que tiene en poder, decide convocar una reunión con otros miembros importantes del reino para presentar a una de sus hijas como la futura heredera. Paloma, al enterarse del chisme, busca a su papi para hablar un rato con él. El rey Uribe se encontraba en su habitación leyendo las propuestas para la reunión. Temía a que no las tomaran en cuenta, así como el duque del reino no tuvo en cuenta las de la CIDH. Paloma abre la puerta y el rey se da cuenta por el ruido. El espejo le refleja la dulce mirada de su hija.
—Papi… —dijo la niña Paloma— quiero que sepas que te apoyo con todo mi corazón.
—¡Gracias, mi Palo!
—Sabes que siempre he estado contigo, papi. Nunca te abandonaré. Te amo con todo mi corazón.
—Yo también te amo, mi niña.
—Papi… cuando supe que tú eras mi papá, que el rey era mi papá, yo dije “wow”. Eres el mejor papá. Eres como Simón Bolívar, papi.
El rey se sonrojó por eso. El guardaba sus secretos malos. Pero sabía que pronto la niña se iba a enterar y se enojaría… tal vez no sería el Simón libertador que ella piensa sino un torcido traidor que no la propondría para dirigir sus tierras.
—Y tú eres mi María Antonia.
La niña le obsequió diez besitos en la cara y se retiró cantando “viejo, mi querido viejo”. Cerró la puerta. El espejo arrojó un rostro femenino que no coincidía con el del rey Uribe.
—¿Por qué no le dice que le deje de “lamber” tanto? Igual ella no va a quedar. Usted sabe eso, mi rey.
Vicky Dávila, la mujer del espejo, la consoladora de Uribe, la encargada de manejar su buena imagen, se encontraba diciéndole que por lo menos le contara la verdad a su hija… al menos a ella.
—No, Vicky. Por el momento no. Agradezco su ayuda. Dios le pague.
—¿A qué le teme, señor rey?
Esas palabras ofendieron al pobre rey.
—Usted sabe que a nada y a nadie le tengo miedo… yo siempre gano…
—Y yo le ayudo a ganar —interrumpió el espejo, picándole el ojo derecho—. Hasta luego, mi rey. Nos vemos la otra “SEMANA”. Ah… antes de irme… Petro y la Colombia Humana están armando un plan para atacar. Pero yo lo defiendo.
Y volvió el espejo normal.
El problema era ese: la Colombia Humana. Su hija, la elegida, tendría que enfrentar a ese grupo que mantenía encendiendo todo… o eso era lo que informaba en los espejos Vicky Dávila.
—¡PAPÁ! —la puerta se abrió de un golpe. Era su otra hija, la educada, la Cabal — Mi hermana le está diciendo a todo el reino que ella será la nueva…
—¿Heredera? —dijo Petro, riendo, a Gustavo Bolívar.
—Eso escuché. ¿Usted sí cree eso?
—Así usted me lo escribiera en forma de novela no lo creería. Aunque no le niego que “sin tetas no hay paraíso” estuvo buenísima.
—¿La vio, jefe?
—Es lo único que hago: ver novelas y criticar a los mandatarios de este reino para quedar yo como el salvador… eso es fácil… es crear cizaña… muy fácil.
—Es como tomarse el Palacio de Justicia ¿no?
—Exacto… pan comido.
Gustavo Petro cortó una cinta verde que traía la cara de la bruja Claudia.
—Ya no es de los nuestros… la “trabaje juiciosa, sumercé” se nos volteó. Ella me ataca con Fajardo, ahora es “ballenista”.
Terminado de cortar la cinta verde que decía “todo bien, mi hermano”, sacó un rollo de pergamino y lo abrió delante de Bolívar.
—Vamos atacar de la siguiente manera.
—Yo sé que usted la prefiere a ella, papá.
La Cabal estaba muy enojada. Contestaba todo. Ella es de esa clase de personas que mandan a todo el mundo a estudiar porque son brutos y sólo ellas tienen la razón.
—Eso es mentira, amor. Yo las amo mucho. A las dos, claro. Pero aún no te he dicho quién será la heredera. ¿por qué peleas conmigo?
—¿Ella o yo, papá? Tienes todo el poder del reino… yo soy la mayor… piensa en mí.
El rey se quedó viéndola con sus tiernitos ojos de ternero degollado y la abrazó susurrándole al oído.
—¡Gracias, papá! —gritó de la emoción— Todo el poder será mío.
¡Sueñe!
A la reunión llegaron todos los invitados necesarios para informarles la decisión tomada. Cabal sería la Heredera. La reunión tuvo una duración de dos horas: media hora para la noticia y el resto del tiempo haciendo nada, como de costumbre. Nada.
El rey llamó a su hija, la elegida, y la llevó consigo a una parte escondida del castillo. Cuando llegaron, Mafe descubrió que en la puerta estaban grabadas las palabras “Mano firme, corazón grande y falsos testigos” y se puso la mano en el corazón. Sonrió. El rey Uribe desempolvó un baúl que decía “títeres” y lo abrió.
—Estos son mis juguetes, reina. Te los obsequio con mucho cariño. Hay dos que me gustan mucho.
Uribe tomó la marioneta del Duque del reino y la del otro personaje que la niña reconoció al instante.
—¡Zuluaga!
El rey Álvaro le seguía mostrando sus muñequitos cuando se escuchó un bullicio espantoso en las afueras del castillo. El libertador se acercó con su heredera a la ventana. Eran algunos pobladores del reino con antorchas y armas para atacar el castillo. La primera línea venía muy bien protegida con armamentos. Uno de ellos cargaba un cartel que decía “LA PRIMERA LÍNEA LA CUIDO YO, GB”. Las personas empezaron a gritar más fuerte.
—¡Vagos! —exclamó la princesa de bien.
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